lunes, 24 de enero de 2011

Ajedrez

Siempre pierdo al ajedrez. Aunque me esfuerce, me concentre y me preocupe, eso de comer fichas no es mi mundo. Si hablamos de comer, mejor comamos pizas a la parrilla en la galería de casa, o un asado barato a la vera de algún río. Además, los ajedreces de ahora no inspiran. Son de plástico, aburridos, silenciosos quizás por el ruido de las máquinas que los parieron.
Pero esta noche, desde mi ventana oscura hacia afuera puedo ver peones blancos y peones negros, que se arrastran por alcanzar un nuevo cuadrado en el esperanzado camino de ser reinas. No saben que sus vidas valen tan poco, y que sólo uno o dos llegará al otro lado (probablemente con una pelota en los pies). La mayoría muere en el camino antes que nadie, y nadie se acuerda de ellos. Los peones son los nadies.
Los caballos, los alfiles y las torres son los que tienen privilegios. Y lo peor, es que saben que los tienen. Defienden el sistema y a sus reyes a capa y espada, son capaces de sacrificios voluntarios para mantener el orden y la estabilidad. Si ellos desaparecen, el rey y la reina quedan desnudos.
El rey y la reina. Los únicos que tienen derecho a moverse para todos lados. Pocas o nulas restricciones. el juego gira en torno a ellos. El tablero es de ellos. Y el tiempo. Y los derechos. Y las vidas. Y las sonrisas. Y los niños. Y la música. Y el baile. Y la tierra. Y las manos que trabajan. Y los alfiles. Y las torres. Y los caballos. Y ni hablar de los peones.

martes, 11 de enero de 2011

Sapo de revolución

Había una vez un sapo. Un sapo verde, como muchos sapos, que nunca fue príncipe ni volverá a serlo, pero él igual quería el beso de una princesa. Yo, que de princesa tengo menos que de sapa, salí al patio una noche de verano cargada de humedad por una lluvia de día completo; salí para buscar alguna estrella que se me habría perdido entre los nubarrones. Y mirando para el cielo lo pateé, y él se enojó y me dijo que quería un beso. Le dí unos mates y escuchamos juntos un disco viejo de María Elena que él traía en su cartera. Cuando nos despedimos, le dije que lo quería mucho, pero como amigo, y que no quería darle un beso. No dijo nada. Solamente miró al cielo, hizo que una estrella fugaz se desprendiera, se montó en ella y, después de mirarme incómodamete a los ojos, se fue. Pero volvió a los dos minutos, y como pensativo me dijo que estaba pensando en dejar el negocio de los besos, para dedicarse a la soja. Riendo los dos, le ofrecí un abrazo, y se fue él al mar del cielo, volando en su estrella fugaz, ahuecando mis estructuras para hacer lugar a la fantasía que deviene en creatividad que deviene en sueños que devienen en desafíos que devienen en revolución.

lunes, 10 de enero de 2011

Mates sentimentales

No se calló ni un solo mate. Se los habló todos. Habló de sí, de mí, de nosotros, vosotros y ellos. Y era linda la canción con la que hablaba, sobre todo cuando golpeteaba con las uñas el borde de la calabaza para no perder el ritmo de candombe. El único silencio lo hacía al tragar. Esa debería ser la ley universal: no se puede dar y recibir al mismo tiempo. O se habla, o se traga. O se inspira o se expira. O se sale, o se entra. Pero perdimos el hilo de la conversación cuando se ahogó con alguna yerbita de esas que se cuelan por la bombilla y después nos tentamos, nos reímos hasta las lágrimas. Cualquiera sea la ley universal, lo que más me gusta de este universo es cuando los mates terminan en lágrimas de carcajada o de tristeza, da igual, mientras sea yuyo intenso sabor a sentimiento.

domingo, 9 de enero de 2011

Tener que.

Están las cosas que hay que hacer, y las otras cosas, las que se hacen sin planificarlas, sin proponérselas. Y no tiene nada que ver con lo que a uno le gusta hacer y lo que le desagrada. A veces además de querer hacer algo también tenemos que hacerlo, y eso ya se traga una buena parte de lo especial y lo espontáneo.
Hoy, en particular, tengo algo que hacer, que me gusta, pero no tengo ganas de hacer cosas que tenga que hacer, por eso me siento desganada de hacerlo, aunque me guste.
El gran problema es cómo resolverlo. Podemos estar todos bien seguros de que no soy una perseguida que no puede dejar de hacer lo que hay que hacer simplemente porque hay que hacerlo: más de una vez he mandado todo a algún impronunciable lugar y no hice nada... pero tampoco eso me gustó.
No soy un superhumano con muchas respuestas. Apenas una mujer, sobreviviendo entre lo que la sociedad me hace ser y un asomo de idea de lo que yo misma quiero ser. Me aferro a una esperanza que a veces me balancea sobre el vacío. Me hace mirar lo hondo y me vuelve a poner en el camino, con las dudas renovadas y el espíritu inquieto por vivir lo que todavía no puedo terminar de entender.

sábado, 8 de enero de 2011

de Lapiceras

No se me perdió la lapicera, solamente que ir a buscarla me da vagancia. Lo que pasa es que es un viaje, porque está toda desarmada y hay que ponerse a juntar las partes. El plástico de afuera, la estructura, está pasado de moda, siempre el mismo color, hay que renovarlo. Quizás le ponga unos stikers, o la pinte con esmalte de uñas. La tapa de arriba la mordí toda, quizás encuentre alguna sana entre las lapiceras de mi hermana o de mi compañero de banco. El cañito con tinta hay que comprarlo. Y después sacarle punta para que escriba afilado.

Ahora, en mi cartuchera hay una lapicera. Tuneada por fuera, con tapa nueva, llena de tinta y la punta filosa. Sus manchosas dendritas se conectan con los axones de mi corazón, y en una chisposa sinapsis se va corriendo por el renglón, desalojando al blanco, llenando de caligrafía el cuaderno.

Vaya uno a saber qué va a pasar por acá los tiempos que siguen.

a patapila

a patapila es un blog de descarga, un cable a tierra de la vida que me ataca, que me invade con armas de risa y lágrimas. Un diario de viajante del mundo que derrocha poesía que nadie lee (o nadie escribe) y se escribe a sí mismo con olvidos y recuerdos, pasiones y broncas, inquietudes y certezas raras. Un espacio que comparto de las huellas descalzas que el tiempo deja, y que le dejo al tiempo.

YA ESTÁS ADENTRO, DEJÁ TU HUELLA...

Haciendo click en el título de cada texto podés hacer comentarios... Ya estás adentro, descalzate y dejá tu huella...


En el norte se dice "a pata pila"
para decir "descalzo".

andando a pata pila se saborea mejor el
mundo, se sienten hondo los dolores
y las tibiezas del camino...

Hay que aprender a caminar a pata
pila, para no tener miedo ni andar cuidando
de no pisar ninguna espinita. Hay que animarse y
disfrutarlo...


A pata pila como los niños , como
los aborígenes, como cuando nacimos.


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