lunes, 14 de diciembre de 2009

Georgina


En esta ocasión quiero presentarles a un personaje que conocí la semana pasada: se llama Georgina Soria, tiene seis años y vive en Villa Albertina. Estuve buscando en Internet una foto de ella para mostrarles, pero no la encontré. De hecho, no es una mujer de esas que aparecen en Internet…


Mirada oscura que no combina con su claridad de niña,

Madurez que nos sorprende y se le reniega

En un capricho,

O en tomarme de la mano.


Georgina vive treinta kilómetros adentro desde el camino que separa a Jesús María de Deán Funes (al norte de Córdoba), y vive ahora también a un centímetro de mi pulmón, en una casita roja que late para ensancharse, para darle un lugar.



Dos trenzas esmeradas nos cortejan

Y le echa magia a su galope para que admiremos los inexpertos.

Piel y voz de norte,

Cosas de la suerte.


A veces su padre o algún vecino piola la llevan a visitar un pueblo cercano y casi puedo ver sus ojos negros absorbiendo las luces y los colores de “la ciudad”, y la traen de vuelta a la realidad donde la luz la dan las estrellas y la luna, y los autos no tienen ruedas, sino patas que hay que cuidar de las espinas.


Dos caballos para tres,

Ensillados con manos aún no hábiles pero sí tercas,

Caprichosas, que conocen del arte de sobrevivir,

Que se agrandan, que se achican.


Desde mi casa a la suya se puede ir en auto o en colectivo, aunque sé muy en lo profundo que vive a años luz de aquí. Ella guarda su celular en una cartera rosa y siento cómo intenta acercarse, pero hay algo en medio de nosotras, algo que se deshace entre sonrisas y miradas, y vuelve a aparecerse, duro como roca, en las palabras y valores.


Seis años para siete,

Tuvimos que repetirnos tan seguido como repetirle nuestros nombres

Tuvimos que creer al final,

Y rendirnos, y aceptar.


La última imagen que tengo de ella son unos besos soplados al aire sobre su caballo Overo, como diva bajando escaleras; y un partir apurado y majestuoso, sin querer irse, quedándose entre nosotros. Si un día la ves, si la cruzás en el camino y estás por irte y ella te llama y te invita a ver los corderos, las gallinas o unos pajaritos que ella misma atrapó, te recomiendo que corras a su corazón y lo abraces con todas tus fuerzas, y aprendas, y disfrutes, y te mueras de risa y pienses un poco, y crezcas con ella y por ella. Y decile de mi parte que pronto nos volveremos a ver.


1 comentario:

Ananá dijo...

Es RE lindo lo q escribiste amigaaa! ¿Entrará un poquito de Georgina en mi pulmón?

a patapila

a patapila es un blog de descarga, un cable a tierra de la vida que me ataca, que me invade con armas de risa y lágrimas. Un diario de viajante del mundo que derrocha poesía que nadie lee (o nadie escribe) y se escribe a sí mismo con olvidos y recuerdos, pasiones y broncas, inquietudes y certezas raras. Un espacio que comparto de las huellas descalzas que el tiempo deja, y que le dejo al tiempo.

YA ESTÁS ADENTRO, DEJÁ TU HUELLA...

Haciendo click en el título de cada texto podés hacer comentarios... Ya estás adentro, descalzate y dejá tu huella...


En el norte se dice "a pata pila"
para decir "descalzo".

andando a pata pila se saborea mejor el
mundo, se sienten hondo los dolores
y las tibiezas del camino...

Hay que aprender a caminar a pata
pila, para no tener miedo ni andar cuidando
de no pisar ninguna espinita. Hay que animarse y
disfrutarlo...


A pata pila como los niños , como
los aborígenes, como cuando nacimos.


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